domingo, 30 de noviembre de 2008

Ceguera

Cuando José Saramago escribió su genial Ensayo sobre la Ceguera nunca pensó encontrarse una adaptación tan cruda en pantalla como la realizada por productoras independientes, estelarizada por una soberbia Julianne Moore y un convincente Gael García. Un japonés radicado en Estados Unidos pierde la vista repentinamente, quedando ciego inexplicablemente y de una forma inusual: ve ruido blanco, lejos de la oscuridad que debería acompañarlo, ya que - a explicación de uno de los personajes - eso es la ceguera, la falta de luz. Este personaje oriental resulta ser el portador original de la rara enfermedad que se vuelve contagiosa a un ritmo vertiginoso y que se va encadenando por cada una de sus victimas al revelar la infima capacidad humana de hacer el bien, de actuar con probidad. El primer infectado se vuelve inmediatamente victima de un ladrón que lo despoja de su auto, luego este es rechazado por su esposa quien lo deja a merced de la policía, luego una prostituta queda ciega después de su revolcón, y un doctor, que resulta ser el templo de las virtudes, también queda afectado, demostrando esto que la enfermedad no es un castigo divino a los pecadores del mundo, sino un experimento para resetear a la humanidad. Ninguna inmoralidad queda fuera de la trama. El doctor baluarte de los valores comete adulterio, pasando invisiblemente la estafeta de portadora de los principios a su esposa quien, redentoramente, los perdona a ambos. Y así todos se contagian, y aunque la primera reacción de un gobierno burocrático como el que más es aislarlos, la capacidad de los lugares donde pueden hacerlo es rebasada en poco tiempo. La esposa del doctor templo de la virtud resulta ilesa por alguna razón, y es ella quien logra salvar a un grupo de ciegos de matarse unos a otros. O al menos, eso lograba hasta la aparición de El Rey. El Rey encarna la voracidad, rapacidad y otros malos dads que la humanidad puede alcanzar. Esos bajos niveles de moralidad y desalma que son el balance perfecto de la gloria y realización. Al establecer los poderes fácticos y la batalla frontal por el control de la comida en el centro de cuarentena de los ciegos, se abre la caja de pandora con todas los asesinatos, engaños y violaciones que trae siempre consigo. Nuestra heroína, la mujer que puede ver y esposa también del doctor virtud, se alza con la victoria pírrica después de varias batallas morales perdidas, y con ella el grupo de su pabellón. Y un día, cuando su Roma arde, descubren que no son presos ya más. O al menos no presos confinados. Ella abre la puerta de su reclusorio y exclama "¡Somos libres!" Y la ironía del asunto despega aquí porque ni todos los soldados del mundo pudieron contener a los infectados al pasar a ser parte del grupo que combatían. Ni todos los científicos pudieron encontrar una solución a la rara enfermedad al ser visitados por ésta. Y sobre todo, porque ni todos los que salieron trompicando de la prisión fueron libres en realidad. En esta segunda etapa de la película, exposición al mundo devastado, caótico y perverso (¿cuál fue el cambio?), todo el mundo es ciego. Las calles no operan como tales, los servicios están interrumpidos, y quienes gobiernan en la anarquía, se sabe que no gobiernan. La esposa del doctor virtud, la mujer que habla, logra lo que muchos añoran: regresar a casa. Y lleva a su grupo. Y no es que la gente haya olvidado sus hogares, sino que cegados olvidaron dónde estaban - en todos los sentidos - y así siempre es difícil regresar. La armonía en forma de burbuja de un hogar en el cual los individuos conviven en paz y felicidad que de ninguna otra manera habrían alcanzado jamás llena de esperanza a los espectadores. Un hombre de color y de avanzada edad, con parche y canas, se enamora de una joven con toda la vida por delante, quien también muestra sentimientos recíprocos, levantando cejas de los incrédulos que dudan del amor dictado por el interior. Y es entonces cuando mágicamente,de la misma forma en que llegó, la enfermedad empieza a desvanecer. Y nuestros personajes se alegran, excepto un hombre viejo enamorado que ha explicado por qué estos momentos de ceguera han sido los mejores en su vida. La película cierra con esa ambiguedad que mata, donde uno quiere ver a todos los personajes desarrollarse y retomar sus vidas. Que regresen a trabajar, competir, crear y amar, Pero entonces, para verlos hacer eso, no es necesario que Blindness dure otras dos horas. Bastará con abrir los ojos y ver a nuestro alrededor. Los personajes no tienen nombre. Son el taxista, el consultor financiero, el doctor, la asistente personal, el farmacologo, el policía, etc.No necesitan los nombres. Ellos somos todos.

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