"Cuando caí en la cuenta de que todo esto había florecido de las manos y del alma de este único hombre solo, sin ningún avance técnico en su herramienta, comprendí que los hombres pueden llegar a ser tan eficaces como Dios en otros dominios además de el de la destrucción."
La ventana mostraba el paisaje de la sierra madre occidental mexicana en todo su esplendor. Esas ventanas de los autobuses que usualmente empleo para desplazarme hasta la capital son tan grandes, tan limpias y tan realistas que bien podrían emplearse como espacio para la proyección de una película en formato IMAX.
Sin embargo, cinco horas de viaje son muchas, y cualquier actividad que no sea trabajar o dormir que tenga que durar ese lapso de tiempo se torna aburrida, violenta, monótona o alguna combinación derivada de esas cualidades. Después de haber despertado de un estado aletargado que apenas me rescató por 120 minutos, contemplé durante otros treinta la vegetación virgen. Luego jugué ajedrez con mi celular y ya para terminar, dirigí mi atención a uno de los monitores con los que eramos sistemáticamente torturados nosotros los pecadores pasajeros. Daba igual cuáles hayan sido los errores cometidos antes de subirnos al mentado autobus, todos debíamos pagar la misma penitencia por igual viendo - y lo peor, escuchando - una selección de películas tan, pero tan malas, que hacían lucir a las producciones de Ed Wood como la última coca cola del desierto.
Suelen ser películas que ya ví, o que jamás querría ver, ni aún si una amenaza de ser enviado a Guantánamo pesara sobre mi. Todas, sin excepción, habían sido así hasta que ver L'homme qui plantait des arbres hizo que creciera un respeto natural en mi por el trabajo de un escritor francés y un director canadiense.
Me explico.
La historia plasmada en apenas unos cuantos párrafos es de una narrativa hermosa. Leerlo en inglés es tan absorbente como en español, y aún en mi muy limitado francés.
El cuento la encuentras aquí. La película que ví, basada en el mismo, y de hecho conteniendo básicamente toda la historia completa, la encuentras aquí.
Merci, Jean Giono.
lunes, 3 de noviembre de 2008
El día que la historia de Eleazar Bouffier me rescató
por:
Aaron Benitez
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