miércoles, 5 de noviembre de 2008

Mi ex-novia del Congo (uno de dos)

Había soñado con ella. Durante mi estado onírico platícabamos y además bla azu alsd s0l añasi ays yalañ pxo amtu srwchfm klaiutf rggjau cmkar. Claro, a ella se lo escribí con un poco más de detalle en un correo electrónico. Al responder mi mensaje, su comentario fue simplemente: "¿No te equivocaste de persona?" Unos teclazos y le dije: "No lo creo. Eres mi ex-novia del Congo, ¿no?" Dos horas después, ella: "Estuviste a punto de matar el romanticismo (y en este punto aunque no me llamó "idiotita" estoy seguro lo pensó). Afortunadamente sé que no te gustan las mujeres africanas." Ya no contesté. Y así han pasado los eones y otros corazones. Mi respuesta sobre las mujeres del continente negro sigue pendiente porque el decir que no soy racista, como tampoco comunista o republicano o conservador o amante del peyote o potencial macho con cuatro esposas es algo que está por comprobarse. No he vivido toda mi vida, y por tanto quedan muchas fatalidades y desilusiones pendientes por absorber o imprimir en mi camino. Yo digo que no soy nada de lo de arriba, pero no lo sabré a ciencia cierto hasta el día en que me vea expuesto a todo ello. Si Hitler pensaba que sería un pintor famoso y las cosas le salieron un poquitín diferentes, ¿quién soy yo para pensar que siempre seré igual de idealista, sexy y astuto? ¿Cuatro esposas? Tan sólo hoy en día prefiero ser sometido por un grupo de masoquistas aficionados a soportar los dialogos superfluos y banales de chicas veinteñeras sin sesos como los que parecen acecharme constantemente - mea culpa, siempre traigo las orejas puestas - , ¿qué haría yo con cuatro esposas? Probablemente tenga que ver otra vez esa cosa de "El Secreto" y aplicar las técnicas metafísicas sugeridas para atraer solamente a una potencial esposa, a la correcta; o cuatro, si es necesario, pero no a al mismo tiempo, no por favor. Mi querido amigo de Portugal me comentaba su experiencia de tres divorcios durante un desayuno estilo quítame-la-resaca, hace cosa de un par de años. Sonaba de lo más natural, con la convicción del hombre que ha sido feliz y ha sufrido descalabros comunales que - sin embargo - no se han reflejado en su placentero y tranquilo andar, pensar y opinar. Tres hijos, tres ex-esposas. Qué cabrón. Lo de miedo es que nos llevamos muy bien. Nos entendemos. Por otro lado - lejos de esposas, divorcios, niños y otros ornamentos relativos al hombre de mediana edad comprometido con su aportación a la sociedad - la cuestión de definirse como un ente agrupador de conceptos claros no es la tarea más fácil del mundo. En Fight Club el narrador describe su lucha por encontrar el elemento casero, el mueble ideal, aquellos platos estilizados que logren definirlo como persona. Definirse como alguien de izquierda o derecha, honesto o corrupto, simple o mamón, interesante o lento, es la tarea más cambiante del mundo. Tenemos a los políticos que tal vez no sean otra cosa sino los individuos metamórficos más expuestos del mundo. Hoy son de un color partidista y la próxima selección de candidatos cambian de camiseta si no resultan favorecidos donde sea que estén. Y luego tenemos a los artistas que conformen van "evolucionando" (de simple mota a carisima coca, exótica heroína y otras delicias del mercado de estuperfacientes asiático) resulta que cambian tanto su concepto original que al final ya no sabes si lo que tocan o pinta es art-noveau o pendejadas, si lo que escuchas es alternativo o desafinaciones.

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